Cuando hablamos de educación, la controversia parece inevitable, pues se trata de un proceso social dinámico que une a miles de personas, quienes tienen diversas necesidades e intereses y donde resulta extremadamente complejo asegurar que se logren los objetivos de aprendizaje esperados. La educación es un proceso complejo y requiere de la complicidad de múltiples agentes, circunstancias y factores.  

Previo a la Pandemia por COVID-19, la situación de la educación a nivel mundial ya era crítica. El sistema educativo revelaba enormes deficiencias en las metas trazadas, por ejemplo, si los países lograban reducir sus niveles de pobreza de aprendizajes al ritmo más veloz registrado en los últimos 20 años, el objetivo de acabar con ella no podría alcanzarse al 2030 (Banco Mundial, 2019).

Por otro lado, ¿acaso la sociedad ya no venía cuestionando esas metas de aprendizaje? Los procesos de evaluación tan rígidos a los estudiantes, la pertinencia de exigir aprendizajes obsoletos bajo un escenario de cambio tecnológico y una transformación del mercado laboral, estuvieron muy presentes en el debate educativo en los últimos años. Entonces surgen algunas preguntas: ¿Sigue siendo la educación relevante en este contexto? ¿Volverá a ser la escuela el espacio educativo principal en el futuro? 

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¿Sigue siendo la educación relevante en este contexto?

En el escenario actual, las posibilidades de revertir la pobreza de los aprendizajes se reducen, y las controversias sobre la educación crecen aún más. La sociedad, hoy más que nunca, cuestiona las estrategias del Estado, el rol de los agentes privados, de los docentes, de la escuela y del proceso educativo en general. Entonces, ¿se puede hablar hoy de un consenso sobre el valor de la educación?, pues sí.

Existe aún un consenso sobre su fundamental relevancia para que las sociedades alcancen niveles de desarrollo humano, productivo e institucional. Se reconoce sus efectos positivos en el individuo y en la sociedad. Por ello, los países se esfuerzan en el aseguramiento universal de la educación y los instrumentos normativos internacionales la respaldan.

Toda persona tiene derecho a la educación (...) que tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales (…), artículo 26, inciso 1 y 2, (ONU, Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948).
Actualmente, también existe un consenso internacional sobre la relevancia de la educación, lo cual se materializa en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y específicamente, el Objetivo 4: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos*, (UN, 2020).

Sin embargo, este consenso no siempre existió. En la historia de la humanidad, la educación estuvo inicialmente restringida a algunos sectores de la población, en sus inicios a élites dominantes de la sociedad. Poco a poco se fue incorporando a cada vez más sectores de la población. De hecho, uno de los últimos sectores en acceder han sido las mujeres, en todos sus niveles. Es importante reconocer que la educación hoy es para todos (salvo las brechas existentes), pero no siempre fue así.

Antes de la Pandemia por el COVID-19, las cifras de acceso a la educación ya eran críticas, como reveló un estudio del 2019: unos 262 millones de niños y adolescentes de todo el mundo, 1 de cada 5, no pueden ir a la escuela, o completar su formación, debido a la pobreza, la discriminación, los conflictos, el desplazamiento, el cambio climático o la falta de infraestructuras y maestros (UNICEF, 2019). Asistir a la escuela mejora sus posibilidades de aprender, pero a decir verdades, tampoco garantiza que realmente se logren los aprendizajes, como lo demuestran las estadísticas presentadas arriba.

foto: UNICEF

¿Cómo serán ahora las cifras de acceso a la educación con el cierre de las escuelas? ¿Estarán las estrategias virtuales de los Estados logrando incorporar a los estudiantes en el proceso de aprendizaje?

En el Perú, por ejemplo, de acuerdo con cifras de la Enaho 2018, más de 2.5 millones (66%) de hogares con niños en edad escolar no cuentan con una laptop o computadora, lo cual genera un enorme desafío para el país para este y los siguientes años. Por eso el Estado Peruano diversificó la estrategia “Aprendo en Casa” a otros medios. En el balance mensual realizado por el Ministerio de Educación se reveló que la programación es seguida cada semana por más de 6 millones de televidentes y es difundida por más de 1,000 radios en todo el territorio nacional (Minedu, Notas de Prensa, 2020).

En otras palabras, ya teníamos serios desafíos en los aprendizajes antes de la Pandemia COVID-19, que hoy se ven intensificados por la suspensión de clases en las escuelas, las condiciones económicas y emocionales en las que se encuentran las familias y los estudiantes. Sin embargo, la educación es importante, y debe continuar. Por esto, los Estados, agentes públicos y privados, familias, hacen todo el esfuerzo posible para que los estudiantes sigan aprendiendo.

Ante este escenario, es fundamental estar atentos a las oportunidades de cambio, mantenernos abiertos, diversificar, rediseñar y probar nuevas estrategias. Al final, lo que se busca es lograr las competencias del estudiante, no perpetuar modelos. Debemos centrarnos en lo que requieren ellos y adaptarnos a las condiciones de todas las familias, quienes hoy están asumiendo un rol creciente y protagónico en la educación.

¿Volverá a ser la escuela el espacio educativo principal en el futuro?

El proceso educativo, casi en su totalidad, se ha venido realizando en un espacio físico al que llamamos escuela, que representa el segundo espacio de mayor interacción en la vida de los estudiantes después de casa.

En el Perú existen más de 90 mil servicios educativos escolarizados, en todos sus niveles de educación básica regular, de las cuales el 71% son públicas y 29% son privadas. Las proporciones se mantienen similares en términos de cantidad de estudiante, siendo que el 74% corresponde a matrícula pública.
En el caso de Lima Metropolitana ocurre lo contrario, puesto que el número de servicios educativos privados supera a los públicos en alrededor 6 mil servicios. Sin embargo, en cuanto a la cantidad de estudiantes, la matrícula pública sigue siendo superior; esto se debe a que la cantidad de estudiantes por servicio educativo es menor en las privadas, en promedio, albergan 89 estudiantes mientras que las públicas más de 200 (Minedu, Escale, 2019).

La escuela no siempre fue el espacio educativo principal. La materialización del proceso educativo ha estado en constante cambio desde que tenemos registro, desde disertaciones al aire libre con escasos estudiantes en la Grecia Antigua, hasta claustros atiborrados en la Edad Media. En la era moderna, la idea de la escolarización universal surge con el ideal de darle la oportunidad a todos de desarrollarse. Con los años, el proceso de estandarización de la educación se ha ido fortaleciendo con el fin de superar los desafíos de la asimetría de la información para el mercado laboral. Fue así como la escuela con un modelo estandarizado se convirtió en el espacio principal de la educación.

Actualmente, la mayoría de las escuelas en todo el mundo ha suspendido las clases presenciales. Por su magnitud, esta situación presenta un desafío sin precedentes en el sistema educativo. Sin embargo, la humanidad ya ha experimentado a lo largo de los años, a menor escala, situaciones similares, como por ejemplo durante guerras, migraciones masivas, desastres naturales, huelgas sindicales, epidemias, entre otros. Por ejemplo, en el mundo, 100 millones de niñas, niños y adolescentes son afectados por desastres naturales cada año y en la mayoría de los casos afecta seriamente el proceso escolar (WVI, 2020). Frente a ello, la sociedad tiene que adaptarse, y el sistema educativo también, con alternativas que permitan acompañar a los estudiantes, los niños asocian la educación con esperanza hacia el futuro (WVI, 2020) y eso es muy importante en situaciones de emergencia y crisis.

Hoy los Estados y los agentes privados han instalado rápidamente nuevas formas al proceso educativo, incorporando elementos de educación a distancia, virtual, televisada, radial y de home schooling (educación gestionada por la familia). Esta última en el Perú no está regulada. Sin embargo, muchas familias vienen explorando esta opción. Cabe mencionar que sería oportuno considerarla dentro de las alternativas, ya que en muchos países se ha regulado y ha probado su validez como modelo bajo ciertos consensos y parámetros.

A diferencia de otras modalidades educativas como la virtual o a distancia, en la modalidad de home schooling es la familia quien decide (de forma libre, curricular o mixta) la educación de sus hijos, decide los contenidos y metodologías y acopla el proceso de aprendizaje a intereses y necesidades específicas del estudiante, así como al estilo de vida de la familia.

Todas las mencionadas arriba son modalidades ya existentes, que los estudiantes y familias han utilizado o explorado en paralelo a la educación escolarizada. Esto por distintas razones, como las emergencias mencionadas arriba, pero también por la necesidad de mayor atención personalizada, la imposibilidad de adaptación a la escuela, preferencias religiosas, situaciones de violencia como el bullying, o la necesidad de flexibilidad por el estilo de vida de la familia. Muchos también buscan alternativas por su posición crítica al modelo de educación escolarizada.

Entonces, si hoy los estudiantes están recibiendo la educación fuera de la escuela, ¿no sería importante iniciar la discusión sobre las posibilidades de fortalecer estas alternativas educativas para las familias en el largo plazo?

¿Cómo construir nuevos modelos y no solo pensar en virtualizar o televisar los contenidos? ¿Cómo instalar capacidad en la familia y en el estudiante para que dirijan su propio proceso de aprendizaje? ¿Cómo personalizar la experiencia virtual? La educación escolar tradicional es ineficiente porque está diseñada para atender en masa. ¿Para qué reproducir eso online, donde además tienen a los estudiantes en ‘mute’? (Ines Kudo, 2020).

Foto: Free Pik

Durante este y los siguientes años, millones de familias se verán afectadas en su estilo de vida y en sus ingresos. No podrán asumir los costos de las pensiones de las escuelas, los materiales que se requieren o inclusive la movilización de los estudiantes, así la escuela sea gratuita. Frente a ello, requieren opciones para adecuarse mejor a esta dura etapa en sus vidas y no dejar sin educación a sus hijos e hijas.  

En esta etapa, de golpe, la escuela ya no es el espacio educativo principal, sino la familia, la casa y es necesario considerar la posibilidad de que, en un futuro no muy lejano, tampoco lo vuelva a ser.

Por ello, es fundamental poner énfasis en analizar y entender los nuevos comportamientos de los estudiantes, identificando sus intereses, talentos y estilos de aprendizaje, conociendo las capacidades específicas que requieren mayor atención y brindando herramientas personalizadas que ayuden a potenciar el proceso educativo en casa.

Asimismo, será importante medir los resultados de los aprendizajes de forma integral, generando la trazabilidad del progreso de los estudiantes, y relacionarlos con las metodologías más eficaces empleadas por los docentes. Esta información será crucial para construir las plataformas educativas del futuro (no muy lejano).

Las acciones de mitigación y contención preliminares han sido y seguirán siendo importantes (brecha rural), pero hoy debemos desafiarnos a pensar más allá de lo que ya conocemos, el mundo va a necesitar disrupción, tenemos que ser capaces de seguir el paso al proceso de aceleración del desarrollo tecnológico, que ya inició de forma exponencial y con el que quizás la escuela se convierta en un espacio muy distinto al que conocemos.

Finalmente, la educación en su valor no está en juego, tampoco la escuela, lo que sí está en juego es el modelo único estandarizado presencial y tradicional, puesto que, si bien la educación es un derecho inherente al ser humano y un deber para los cuidadores de los estudiantes, la forma de educar está migrando a un escenario de mayor libertad. Hoy se demandan opciones distintas a las tradicionales y posiblemente esa demanda se seguirá manteniendo.

En ese escenario tenemos que ser capaces de poner al estudiante en el centro del proceso educativo, generar a pesar de las circunstancias una educación de calidad, más allá de la escuela, las pensiones, los docentes, las familias y las posibilidades tecnológicas que no sabemos cuándo llegarán. Es una oportunidad para no solo ajustar, sino para transformar y transformarnos, en todos los sentidos. Quién sabe, de pronto no solo recuperemos los aprendizajes perdidos en estos meses, si no terminemos con un sistema educativo mejorado que nos permita soñar con cerrar las brechas de aprendizajes al 2030.


El cual busca lograr una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos (…). La visión es transformar las vidas mediante la educación, reconociendo el importante papel que desempeña la educación como motor principal del desarrollo y para la consecución de los demás ODS